AUTOR: Josep Maria Montaner
Articulo Publicado en Critica por Tohaas (Carlos Torres)
Justo en el momento en que schmarzow define la arquitectura como “el arte del espacio” y Riegl sitúa como esencia la arquitectura el concepto de espacio (un concepto que hasta entonces no había sido utilizado de manera explícita), este mismo espacio recién descubierto es superado. Riegl presenta como paradigma el interior delimitado y perfecto del panteón de roma. Sin embargo, la concepción que desarrollan las vanguardias se basa en un espacio libre, fluido, ligero, continuo, abierto, infinito, secularizado, transparente, abstracto, indiferenciado y newtoniano en total contraposición al espacio tradicional que es diferenciado volumétricamente, de forma identificable, discontinuo, delimitado, especifico, cartesiano y estático. A esta nueva modalidad de espacio unos la denominaron “espacio tiempo”, en relación a la teoría de la relatividad de Albert Einstein y a la introducción de la variable del movimiento, y otros la calificaron como “antiespacio”, como generarse como contraposición y disolución del tradicional espacio cerrado, delimitado por muros.
Si el espacio tradicional encuentra su máxima expresión en el mundo unitario del renacimiento, en el que no existe separación analítica entre los elementos del espacio y de la forma y ene l que la perspectiva cónica expresa la imagen del hombre como centro, la revolución copérnica de la ciencia del siglo XVII se encuentra en el origen del antiespacio. Es cuando el espacio empieza a emanciparse, cuando este se convierte en independiente y relativo a objetos en movimiento dentro de un sistema cósmico infinito.
Esta búsqueda de un espacio moderno, infinito y dinámico se instituye en distintos precedentes. En la casa museo de sir John Soane en Londres (1792-1837), su extensa colección de pinturas y esculturas se sitúan en un espacio que fluye, con iluminación cenital por claraboyas, con salas que surgen detrás de las salas, escaleras que surgen tangencialmente entre los muros y colecciones de cuadros ---es decir, ventas simbólicas--- que se abaten para dejar planos posteriores, como si el espacio dentro de los muros se fuero deshojando, desvelando y emancipando. En las plantas cuadriculadas y respectivas de Jean-Nicolas-Louis Durand, donde se situaban pilares, muros y demás elementos, también se anuncia este carácter infinito del nuevo espacio. La percepción del interior de Crystal Palace de Londres (1851) de Joseph Paxton ofrecía incipientemente la visión de un espacio dinámico y libre, con los objetos totalmente bañados de luz, donde la barrera entre el exterior y el interior quedaba franqueada.
Todo ello culminara en un paso trascendental en la evolución de la arquitectura: la concepción internacional dl espacio conformado sobre un plano horizontal libre con fachada transparente. El vacio fluido gira en torno a los objetos puntuales y verticales de los pilares de hormigón armado o acero y queda dinamizado por planos recortados que no cierran recintos octogonales y que muchas veces no llegan hasta el techo. Todo el espacio moderno gira en torno a un protagonista tanto estructural como formal: el pilar. Ya sea el pilar de hormigón en Le Corbusier, de sección cuadrada, más cartesiano; el pilar de hormigón del ministerio de educación de educación y salud en Rio de Janeiro, de Lucio Costa y Oscar Nimeyer, de sección circular, más sensual; o los pilares de acero de Mies Van Der Rohe, cuya planta en cruz persigue una solución isótropa al máximo, asegurando la presencia de dos ejes de simetría hasta en los menores detalles. Con ello, Mies consigue la máxima ligereza y desmaterialización del pilar.
(Ensayos sobre la arquitectura contemporánea Josep Maria Montaner/ GG / 2011 / pagina 29, 30,31)
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